¿Alguna vez te has preguntado esto?
El diseño, a pesar de ser una actividad tan presente en nuestras vidas, es difícil de definir con precisión. En esencia, podría decirse que se trata de la creación de soluciones para problemas o necesidades específicas, a expandir desde la elaboración de objetos y espacios hasta la construcción de experiencias y sistemas. Sin embargo, esta definición tan amplia permite interpretaciones variadas y géneros de debate. ¿Es el diseño una forma de arte, un enfoque científico o un proceso estructurado de resolución de problemas? Cada una de estas perspectivas añade matices al significado de diseño y alimenta la controversia sobre cómo debe entenderse es.
Para algunos, el diseño se encuentra estrechamente ligado al arte, ya que ambos involucran creatividad y sensibilidad estética. Sin embargo, mientras que el arte puede ser una expresión personal sin restricciones, el diseño tiene un propósito funcional y está sujeto a limitaciones prácticas. Un diseñador gráfico, por ejemplo, debe crear una identidad visual que comunique eficazmente los valores de una marca, lo cual implica un objetivo específico. No obstante, hay quienes consideran que cuando el diseño aporta innovación o rompe esquemas establecidos, también puede ser visto como una forma de arte en sí misma.
En otra línea, se percibe el diseño como una ciencia o una disciplina técnica. Muchas áreas del diseño, como la arquitectura o el diseño de productos, requieren conocimientos profundos de ingeniería, física y ergonomía. Diseñar un producto como un automóvil no solo implica aspectos estéticos, sino también cálculos precisos que aseguren su seguridad y eficiencia. Este enfoque subraya la relación del diseño con la investigación y la optimización, aunque sigue diferenciándose de la ciencia pura en que los diseñadores buscan resolver necesidades concretas, aplicando tanto creatividad como razonamiento técnico.